En el café de la juventud perdida

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Entre exactitudes a las que querrían agarrarse y nebulosas que no desean nombrar, cuatro personajes son convocados para charlar de uno de ellos, que también charla. ¿Versiones contradictorias? No. ¿Complementarias? Bah. El mundo de En el café de la juventud perdida no es un mundo que se pueda recomponer. Tiene algo de Escenas de la vida bohemia, claro, pero el libro que más cita es Horizontes perdidos, la invención de Shangri-La, donde el tiempo se detiene. «Pero no merece la pena ir tan lejos», está diciendo Louki, el centro de la novela. «Me acuerdo de mis paseos nocturnos. Para mí, Montmartre era el Tíbet.» Y todavía así, se esté donde se esté –un lugar cartografiado, una «zona neutra», un número concreto de una calle concreta de París–, salir de un lugar es siempre como salir de Shangri-La: entonces uno envejece, muere.Luis MagrinyàIlustración de cubiertaLaura Agustí


Editorial: ANAGRAMA BOLSILLO
Autor: PATRICK MODIANO

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