¿cómo educar para la libertad y la felicidad?

Precisamos un nuevo modelo educativo. Lo saben los profesores, los sabemos los padres y acabarán por saberlo, o esto esperamos, los políticos. Entretanto, han surgido más y más escuelas «alternativas»: Waldorf, Montessori, Escuelas Libres, Escuelas Democráticas, colegios públicos excepcionales que apuestan por proyectos heterodoxos… Todas ellas promueven nuevos valores: educar desde la empatía, desarrollar la inteligencia sensible, favorecer en todo instante las decisiones y el libre juicio de los alumnos, adaptar a los educadores al ritmo de los pequeños y no al revés, transformar los espacios educativos para facilitar la creatividad y la interactividad entre niños pequeños de todas las edades, establecer la conciencia ecológica y el respeto de la diferencia como valores pedagógicos centrales, educar por igual el cuerpo y la mente, dedicar tanto tiempo a la supuesta «inteligencia práctica» como a la sensibilidad y la apreciación estética, y por supuesto, sin distinción de género… Todo ello con vistas a cumplir una máxima final: el objetivo de una buena educación es un chiquillo o una niña pequeña feliz. Y, a pesar de ello, ¿de veras todo eso es nuevo? ¿De veras todas estas propuestas llegan por vez primera con estas nuevas escuelas? No. Todas estas ideas ya existían, perfectamente presentes y organizadas en un libro extraordinario y visionario. Fue escrito en 1825 por Charles Fourier, uno de los grandes pensadores de la Europa nueva, crítico mordaz del capitalismo, el industrialismo y los múltiples moralismos. Este volumen excelente, en el que Fourier propone de modo clara y minuciosa una teoría educativa que se adelanta en más de doscientos años a su tiempo, es lo que tienes en este momento mismo en las manos. Aquí empezó todo. Aquí empezó la educación de nuestro siglo XXI.